La música y su efecto en la mejora del rendimiento deportivo

Influencia de la música en el aumento del rendimiento deportivo. Variables de entrenamiento y su relación con el tipo de música.

    Platón mantenía que el uso de la música fortalecía para el alma al igual que la gimnasia al cuerpo. Es así bien sabido que la música juega un papel muchas veces crucial a la hora de motivarnos para hacer ejercicio, tanto antes, durante y después de este. Una de las claves en este artículo de revisión, como veremos más adelante, la encontramos en lo que parece ser, el aspecto innato del ser humano hacer deporte al ritmo de la música de manera que se sincronicen los movimientos.

     El carácter ergogénico que muestran distintos estudios y psicólogos del deporte, es un tema que debemos tener muy en cuenta sobre todo cuando hay falta de motivo, estimulación o ganas de hacer deporte. Es interesante conocer que hay aspectos clave que pueden marcar la diferencia, como ponerse el estilo o canción que nos guste, que tenga un ritmo alto (>100 bpm) y si puede ser, que nos aporte una vivencia extramusical. Cabe decir, por último, que en ninguno de estos estudios existía una diferencia entre hombres y mujeres.

 

Estudios relacionados con la música y la mejora del rendimiento deportivo.

Papel extramusical del tipo de música escuchada en el deporte.

     Según Gfeller (1988), en este sentido la música se asocia a vivencias personales motivantes y positivas ligadas normalmente a un evento, película, etc; y que produce un aumento ergogénico a la hora de mejorar los resultados deportivos. Pero no solo durante, sino como parte de la preparación mental del deportista hacia la competición, la cual ayudará a reducir el estado de ansiedad del deportista. Eventos deportivos como los Juegos Olímpicos a través de bandas sonoras como la de «Carros de Fuego» producida por Vangelis, u otras también tan famosas como la película «Rocky» y su «Eye of the tyger»; son algunos ejemplos de rol extramusical que incita a una mayor predisposición y rendimiento psicofísico significativo al ejercicio.

Mejora en el ejercicio cardiovascular submáximo y ritmo musical.

     El estudio de Copeland y Franks (1991), en grupos que escuchaban música de alta y baja intensidad y otro grupo control (sin música), muestra por ejemplo, que la Frecuencia Cardíaca durante este ejercicio submáximo (cerca del 100% de la capacidad máxima), disminuye con la música suave y lenta más que con la música de alta intensidad o del grupo control. Además, el esfuerzo percibido o subjetivo que se hizo mediante la escala de Borg, fue menor que aquel con el de alta intensidad y control; también la distancia recorrida fue significativamente mayor con dicha música de baja intensidad.

     Es preciso apuntar que los expertos explican esta mejora debido a que la música actúa como una herramienta que permite focalizar la atención en el ejercicio y disuadir de estímulos externos, de forma que se reduciría la sensación de fatiga que puede experimentar el atleta. Este estudio fue más tarde corroborado por Dorney et al (1992), entre otros.

     En esta línea, el ritmo musical es algo también fundamental. Estudios como el de Karageorghis y Priest (2008) entre otros, muestran un aumento del tiempo total de realización del esfuerzo con música rítmica, es decir, aquella que sirva de guía para llevar el ritmo del esfuerzo. La música que difiere de este ritmo no llega a tener este resultado. Aludimos por lo tanto a deportes cíclicos como correr, nadar, pedalear, etc. Se argumenta que existe una predisposición innata e inconsciente en donde tendemos a sincronizar los movimientos o patrones del ejercicio con la música y su ritmo, lo que produciría un menor consumo de exígeno y lactato en sangre. No sucede lo mismo con los sonidos rítmicos no musicales. Un ejemplo sería una música de 80 bpm a un ritmo de pedaleo de 80 bpm, o un ritmo de 100 bpm a un ritmo de ejercicio de 50 bpm que sirva de guía.

     Para terminar con este apartado, el efecto de la música con personas sedentarias parece favorecer una menor sensación de esfuerzo subjetivo, que resultaría del papel euforizante y retardador de la fatiga.

Mejora en el ejercicio cardiovascular máximo y supramáximo.

     Otro estudio llevado a cabo por Szabo et al (1999), en lo referente al ejercicio cardiovascular máximo, se mostró que la música que tenía un ritmo rápido y aquella que progresaba desde lento a rápido, lograba una mayor potencia del esfuerzo durante la actividad, además de ser las favoritas para los deportistas a la hora de realizar el esfuerzo máximo. Sin embargo, al nivel supramáximo (más de la capacidad máxima), no se encontraron evidencias de que hubieran diferencias significativas en un test con música y sin música, dándoles incluso a elegir la canción preferida a un ritmo mayor de 120 bpm (Pujol y Langenfeld, 1999).

Efectos a nivel cerebral, hormonal, metabólico y respiratorio.

     En lo referente a la respiración y el metabolismo, en el año 2009, estudios como el de Birbaum et al., se propuso que la música rápida estimularía la liberación de catecolaminas, siendo un neurotransmisor que, entre otras cosas producirá una mayor actividad en el músculo, produciendo un mayor volumen de oxígeno gracias al aumento del volumen sistólico, cambios que efectivamente se dieron. Asimismo, existió un aumento de las kcal gastadas en comparación con el entrenamiento sin música; así como un aumento de kcal con música rápida en comparación con la lenta.

     A nivel hormonal, los estudios de Mohammadzadeh, Tartibiyan & Ahmadi, 2008; Ghaderi, Rahimi & Azarbayjani, 2009; comprobaron que durante el ejercicio se aumenta la liberación del cortisol, lo que a su vez produce un incremento de la saliva en la boca. Lo realmente interesante viene cuando, con la música de relajación 5 minutos después de realizar ejercicio, las concentraciones de saliva descienden, lo que permite una reducción del PH bucal, disminución de la degradación de proteínas musculares, y por ende, se evita una atrofia muscular y pérdida de proteínas.

     Otro fascinante resultado que no podemos dejar pasar a nivel cerebral, es que cuando se escucha música, este órgano libera la llamada onda delta, la cual procura un mayor bienestar al cuerpo de entre los que destacamos la motivación, reducción de la percepción del esfuerzo, reparación músculo-esquelética (por la liberación de la hormona del crecimiento) y la reducción de los niveles de cortisol. Schneider, Askew, Abel y Struder (2010), así lo comprueban con música de entre 0,5H-4Hz, en donde dichas ondas se mantienen elevadas incluso 15 minutos después de hacer ejercicio.

Música y mejora del gesto deportivo.

     De nuevo volvemos a ver una mejora en el rendimiento, esta vez con música de alto y bajo ritmo, en contraposición con lo que ocurre con los que no escucharon música. En la ejecución de unas katas en karate, se vió cómo los karatekas, a juicio de 2 profesores expertos, mejoraban el nivel técnico tras escuchar dicha música durante 1 minuto (Ferguson et al, 1994).

 

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Música y rendimiento deportivo según la edad.

     También hay diferencias en lo referente a los grupos de edad. Dichos grupos en este estudio son: niños de entre 9 y 11 años, adultos de entre 18 a 55 años, y otros adultos de más avanzada edad de 60 a 80 años. Se muestra cómo los niños y adultos jóvenes recorrían mayor distancia en un test de esfuerzo escuchando música previamente, mientras que en los adultos de edad más avanzada, no existen diferencias (Beker et al (1994).

Música y mejora de los efectos psicológicos a nivel deportivo.

     García y Ferrer (2015), evidencian que la música produce una mejora en el desarrollo cognitivo, conductual y afectivo en los atletas, reajustando a nivel emocional y motivacional. Aspectos como la mejora en la percepción del esfuerzo, el aumento de la duración y cantidad de actividad física son características de escuchar música que promocione la activación y motivación personal. Otra particularidad es la mejora de la atención y la abstracción de los estímulos del exterior, así como un mejor estado de reposo postesfuerzo.

Conclusión.

     Como vemos, la música juega un papel fundamental en la motivación, predisposición y ejecución del ejercicio. Existen distintos ritmos, siendo en general el mayor de 100 bpm el que más ayuda a aumentar la potencia de esfuerzo en distintos tests submáximos y máximos y la sensación de fatiga. Además, un ritmo musical ligado al ciclo de movimiento promoverá un mejor resultado deportivo; sin olvidar que aquella música que proporciona experiencias extramusicales positivas, aumentará dicho resultado. Es esencial por lo tanto utilizar esta herramienta, no solo para los no sedentarios, sino para aquellos que están por empezar a hacer ejercicio por su efecto euforizante, que además potenciarán vivencias y resultados deportivos únicos.

 

Bibliografía.

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  • Schneider, S., Askew, C. D., Abel, T., & Struder, H. K. (2010). Exercise, music, and the brain: Is there a central pattern generator? Journal of Sports Sciences, 28(12), 1337-1343.doi: http://dx.doi.org/10.1080/02640414.2010.507252
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